Eleomar Puente: Memoria y Reflexión

Eleomar Puente nació en Santiago de Cuba en 1968. Egresado de la Escuela Provincial de Artes Plásticas José Joaquín Tejada en su ciudad natal y de la Academia de Bellas Artes San Alejandro en la Habana (1983-87), desde 1993 reside en Santo Domingo. Los efectos del desarrollo precoz de su sensibilidad y convicciones éticas en pleno apogeo de la Revolución; de su conexión cubana con maestros, compañeros y colegas contemporáneos; de su privilegiada condición de nómada ya en los inicios de la ultima década del siglo XX, así como del inminente despunte y reconocimiento de su obra pictórica y dibujística, habrán de cristalizar en un instante histórico espectacularmente prospectivo, auspicioso, critico y paranoico.

No se trata solo de Cuba sitiada desde fuera y “desde adentro”, la “perestroika”, un muro en Berlín despedazado, el fin de la “guerra fría”, el inicio de la “guerra global”, Europa fortificada, Latinoamérica “patas arriba” o todo el Caribe transmigrando, sino, precisamente, de la precariedad absoluta de las definiciones. Desmemoria de Cyborg. Génesis del hipermundo. Retahíla de catástrofes, simulacros, alucinaciones y prodigios. El paradójico entrecruce de estos acontecimientos transparentes, efímeros y trascendentales, me lleva a pensar que, entre otras cuestiones, el caso de Eleomar Puente nos revela nos revela una experiencia cultural privilegiada y una trayectoria artística definitivamente excepcional. Y es que resulta sorprendente la manera en que Eleomar logra desarrollarse y renovar sus recursos imaginativos ante las proféticas y vitales pruebas del nomadismo y el desarraigo.

En efecto, Eleomar Puente se establece como uno de los artistas cubanos de mayor respeto y proyección en el contexto internacional de la actualidad. Representado desde hace mas de una década por Lyle O. Reitzel Gallery (Miami/ Santo Domingo), su obra ha sido exhibida exitosamente en importantes galerías, bienales y ferias de arte contemporáneo, siendo adquirida por prestigiosos museos de los Estados Unidos, el Caribe, Europa y América Latina. Pero las motivaciones de estas respuestas positivas no se deben a complacencias ni estrategias de marketing. Desde su emergencia, han sido los críticos, curadores y especialistas mas atentos, quienes han venido retroalimentando su dialogo fecundo y provocador, distinguiéndole con merecidos reconocimientos: Medalla de Oro en la II Bienal de Pintura del Caribe y Centroamérica, Santo Domingo (1994);  Premio de la Critica, Salón Internacional del Dibujo de la Fundación Arawak, Museo de Arte Moderno, Santo Domingo (1997); Premio de Adquisición en la XXI Bienal Nacional de Artes Visuales, Santo Domingo y Mención de Honor en la VI Bienal Internacional de Pintura de Cuenca, Ecuador (1999).

El código limite y autosignificativo en la obra de Eleomar Puente es la huella. La memoria dialógica, reflexiva, especular. De ahí que, ante los incisivos efectos de su práctica especializada, debemos de advertir, en primera instancia, una personalidad compenetrada existencialmente con los fundamentos del hecho plástico para quienes las principales materias primas de la creación tienen que ser la rigurosidad conceptual, la disposición critica y la libertad expresiva.

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